Para que Usted lo analice
Justicia al campo ¿ hasta cuando ?
Por Agustín Pompa
Si mal no recordamos la historia dice que Emiliano Zapata fue el creador de la frase: “ la Tierra es de quien la trabaja”. Eran aquéllos los tiempos del latifundismo, de los caciques y también cuando los capataces trataban a los campesinos y peones agrícolas como si fueran esclavos. Trabajar de sol a sol – y a veces aún hasta más tarde – era la norma y, el látigo, la repuesta a quien protestara aún con una simple mueca de disgusto.
El Indio sureño se convirtió en héroe. A base de pistolas, balas y metralla, fue el que le hizo justicia a los jodidos. Se le puso poco a poco fin al latifundio y la tierra se repartió. Hasta ahí todo iba bien. Pero desgraciadamente con el paso de los años se volvió a lo mismo. Los terrenos cedidos a los campesinos se regresaron a los terratenientes vía rentismo parcelario o bien comprándoselas con tan solo un litro de tequila.
Fallaron muchas cosas para que se fuera al carajo el esquema de justicia y desarrollo social que tanto anhelaba zapata. El o los gobiernos de entonces no le dieron al campo lo que necesitaba: los medios adecuados para que los “ huarachudos o indios patarrajadas”- como decían los caciques a los ejidatarios- trabajaran la tierra como deseaban y que accedieran a mejores niveles de vida.
Lo único que se hizo fue politizar el campo ya que durante más de 70 años a los campesinos los hicieron rehenes del PRI . Por el voto verde muchos presidentes hicieron lo que les vino en gana y a los ejidatarios los trataron con la punta del pie. Aún así los que no vendieron la tierra, lograron salir adelante y participar en el desarrollo alimenticio del país.
Pero, a pesar de ese esfuerzo, la historia y actuar de los sucesivos gobiernos que se han tenido – ya sea el pinto, el azul, el verde, el amarillo o el colorado- ha sido la misma. Al campo lo han convertido en el patito feo de la economía. No le han dado lo que realmente necesita para sobresalir. No han comprendido aún que este importante sector es pieza importante en el desarrollo nacional y que de él depende no solo el bienestar de la patria sino el alimento de todos los mexicanos.
La historia del campo se está escribiendo porque hoy en día el sector agrícola nacional y de Sinaloa vive momentos muy dramáticos, peores aún a los del pasado. Cierto es que no hay látigos que golpeen las espaldas de los campesinos y que ya muchos de ellos no cambian sus tierras por tequila o mezcal, pero de que están ahora más solos que nunca, de eso no hay la menor duda.
Veamos sino es cierto:
1.- Desde que desapareció la CONASUPO- aquella compañía que engroso el bolsillo de muchos funcionarios entre los que se incluye uno de Sinaloa que dicen, dicen, mando quemar las bodegas que había en el estado luego de sacar la producción que había almacenado para venderla por su cuenta- nadie garantiza la comercialización real de las cosechas.
2. Los créditos, además de ser insuficientes porque solo se apoya con el 50 por ciento de los recursos que se necesitan para hacer producir una hectárea, no se entregan oportunamente y la tierra se tiene que cultivar a destiempo lo que provoca un descenso en la producción al tiempo de la cosecha.
3.- Nadie garantiza un buen mercado. Los precios de las cosechas son inestables y se fijan en función del comportamiento del mercado internacional y hasta de la bolsa de valores, lo cual muy poco entiende y muy poco le importa a los campesinos, porque ellos lo único que saben es trabajar y sudar la gota gorda, para poder comer.
4.- No hay control en el costo de los insumos y en contrasentido los precios de las cosechas siguen casi donde mismo. En la mayoría de los casos, el maíz como ejemplo, pueden bajar o ser el mismo del año pasado, pero nunca subir. Hoy en día les quieren comprar al mismo precio que en el 2016: a 4 mil pesos la tonelada. No es correcto, pues, que los precios de los granos y hortalizas estén donde mismo mientras que los fungicidas, herbicidas, fertilzantes y otros agroquímicos anden por las nubes.
5. Los estímulos a la producción alimenticia – a excepción del Procampo – no llegan y cuando logran aterrizar estos quedan en manos de unos cuantos. Preferentemente en las de aquéllos que tienen muy buenas relaciones políticas o bien picaporte en las instituciones agrícolas del gobierno federal o estatal, según sea el caso.
Se pueden poner otros ejemplos del desbarajuste que hay en el campo, pero vale la pena señalar que esa falta de apoyo o ausencia de respaldo gubernamental para sacar adelante al agro mexicano, ya ha provocado bastantes tragedias. Se sabe, por ejemplo, que en diversas zonas agrícolas del país, algunos campesinos se han suicidado porque sus créditos se han convertido en deudas impagables y otros se han visto precisados a dejar de sembrar o vender sus tierras.
Dicho en otras palabras el propósito de Zapata no se ha hecho realidad y, peor aún, está muy lejos de concretizarse. En términos prácticos hay que decirle adiós a ese anhelo. Pero es hora de que las autoridades se pongan las pilas porque, amén de lo que resulte en las negociaciones comerciales con el gobierno de los Estados Unidos – que por cierto está en manos de un loco y campeón en ignorancia – la permanencia del agro se encuentra verdaderamente en riesgo.
Y es que sino se instrumenta una verdadera política agropecuaria, antes de que se reforme el Tratado de Libre Comercio, la quiebra del campo será inevitable.
Así es que a los que dirigen la agricultura nacional o quienes negocian el TLC, y que con frecuencia aparecen en vivo y a todo color hablando de temas que a veces ni ellos entienden, va un mensaje: el campo quiere menos discursos y más realidades.
En resumen, reclama justicia…
Las trillas de maíz se han incrementado en Sinaloa. Pero no hay buen precio.